El Delta del río Mekong, al que los vietnamitas llaman el río de los nueve dragones, es uno de los mayores del mundo. Su cuenca, para que te hagas una idea de las dimensiones, tiene la extensión de Francia y Alemania juntas. Es una zona riquísima en cuanto a biodiversidad y tan fértil que, dicen, podría alimentar a 300 millones de personas con el arroz que produce al año. Es, además, por paisaje, por historia y por riqueza natural y cultural, un lugar de los que dejan huella a quienes lo visitan.
En este post te contamos nuestra corta pero intensa experiencia recorriendo los mercados flotantes y los canales del Delta del Mekong.

Contratamos a través de nuestro hostel una excursión en un barco pequeño con un barquero local. Podríamos haber conseguido mejor precio si la hubiésemos contratado por nuestra cuenta en los muelles pero las chicas del hotel nos prometieron un recorrido excepcional y la verdad, lo cumplieron.

Consejo: Elige una excursión larga, la que dura toda la mañana y te lleva por los canales pequeños del delta. Merece muchísimo la pena. Las otras se te quedarán cortas.

Un taxi nos recoge en el alojamiento a las 5:15 de la mañana y nos lleva al embarcadero. A las 5:30 comenzamos el viaje pues a los mercados flotantes hay que ir bien temprano y están a bastante distancia. (Aquí un vídeo de los mercados flotantes). Navegamos por el río a oscuras. Solo se distinguen las luces de la costa. Debemos ser de los primeros en salir hacia Cai Rang.

barquero

El barquero, un hombre joven llamado Cham, no es muy hablador, pero es muy majo y servicial. Apenas habla inglés, aunque en el hotel nos habían asegurado que sí. De todos modos se defiende como puede y nos explica a su manera bastantes curiosidades. Su barca tiene dos remos largos y un motor fuera de borda conectado a una hélice colocada al extremo de un tubo delgado. Él va hundiendo la hélice en el agua para hacer avanzar la barca. Mientras, con gran destreza, mantiene los remos cruzados y los usa para ajustar la dirección de la barca con movimientos cortos.
Con las primeras luces del alba distinguimos un puente que cruza el río y el cartel anunciando la llegada al mercado:

Cai Rang

Hace mucho frío. Menos mal que hemos sido previsores y hemos traído suficiente abrigo.
Cai Rang es el mercado flotante más turístico y conocido de la zona. Si bien no es el más grande, es uno de los que más movimiento tienen. Su actividad comienza a las 5:00 y acaba sobre las 11:00. Si vas sobre las 8:00 lo encontrarás en su hora punta, un bullicio colorido en el que olores y sabores se mezclan formando un maremágnum maravilloso.

Cai Rang
LLegando a Cai Rang

Nos llaman la atención sobre todo las barcas de madera, como la nuestra, empujadas por remos y manejadas en su gran mayoría por mujeres. En ellas las pequeñas comerciantes ofrecen sus mercancías, sobre todo frutas y verduras. Los barcos grandes más que vender en estos mercados flotantes, recogen aquí mercancía y remontan el río accediendo a otras ciudades, llegando a otras provincias o incluso hasta Camboya para vender sus productos.

Cai Rang
Barquera en Cai Rang
Cai Rang
Grande y pequeño

Una cosa que nos resulta curiosa es que, para anunciar qué productos vende cada barca, suelen colocar una muestra de los mismos en un palo alto, como si fuera un mástil. Así que, si estás buscando patatas o piñas, solo tienes que buscar en lo alto y cuando veas lo que buscas, hacia allí te diriges.

Cai Rang

Generalmente, los barcos que ofrecen el mismo producto estarán agrupados en una misma zona. Sí, lo que en principio parece un caos, tiene un cierto orden establecido que los lugareños conocen perfectamente y por eso se mueven por los mercados con maestría.
Una barca se pega a nosotros. La maneja una señora que ofrece café y té. En la barca lleva todo lo que necesita para prepararnos el desayuno. Nos hace un exquisito café vietnamita y un té para Cham. Nos adentramos en el mercado flotante calentándonos el cuerpo con el que nos parece el mejor café del mundo.

Más adelante nos aproximamos a un barco un poco más grande. A su alrededor, una cantidad de botes amarrados unos a otros que se arriman para que los barqueros tomen  su desayuno. Todos se mueven con seguridad y agilidad como si estuvieran en tierra firme. Nos ofrecen un bol de Pho, la sopa tradicional vietnamita. La tomamos amarrados al barco-restaurante, devolvemos los platos y los palitos y entonces sí, desamarramos y continuamos viaje.

Desayuno vietnamita
Desayuno vietnamita en el barco

El río es un hervidero de compradores, vendedores y turistas. Parece muy limpio para la actividad frenética que tiene. En la orilla izquierda observamos casas de pescadores casi devoradas por la maleza. En algunas de ellas podemos ver pequeños huertos semianegados. Nos cruzamos con barcas que transportan materiales de construcción. Algunas vienen tan cargadas que la línea de flotación está casi al borde y pareciera que van a hundirse de un momento a otro. Hay también algunos pescadores, realizando su labor de forma tradicional, con pequeñas redes. Dos largos palos en la proa sujetan la red; cuando la sumergen, la barca avanza. Es un mundo nuevo para nosotros. Un mundo extraño y precioso.
A veces, sobre la orilla derecha, distinguimos grandes naves. Suponemos que son depósitos relacionados con la actividad comercial del río.
De pronto nos acercamos a un muelle y… ¡SORPRESA! Estamos atracando en una gasolinera.

Gasolinera en la orilla del río
A repostar se ha dicho

Repostamos combustible y seguimos rumbo a nuestro siguiente destino:

Phong Dien

Phong Dien
Phong Dien

Phong Dien es un mercado flotante mucho menos turístico que Cai Rang. En él encontramos sobre todo pequeñas barcas de remo de comerciantes locales. Nada de grandes barcos y mucho menos actividad. Este mercado está a unos 20 kilómetros de Can Tho por lo que hasta aquí llegan mucho menos turistas. Nos acercamos a observar el trajín de las trabajadoras, en su mayoría mujeres. Nos encanta ver cómo trabajan en familia y cómo se intercambian productos lanzándolos por el aire entre las barcas. La nota curiosa la ponen las chicas jóvenes, ataviadas con los tradicionales sombreros de cono y que, mientras sus madres hacen negocios, se entretienen con sus smartphones. Es la mezcla maravillosa de tradición y modernidad lo que le da un encanto extraño a la situación.

Phong Dien
Phong Dien

Compramos algo de fruta: una piña, unos mangos y un racimo de plátanos chiquititos. Cham limpia y corta la piña de manera que queda dividida como en gajos alrededor de su centro. Resulta muy práctico y fácil de comer.

 

piña

Toda la fruta aquí es increíblemente sabrosa. Los que venimos de una gran ciudad lo apreciamos y ¡cómo lo agradecemos! Toda esta experiencia está siendo una explosión de sensaciones en todos los sentidos.
Empieza a apretar el sol. Nuestro guía nos ofrece dos sombreros de cono que aceptamos encantados.

Una vez visitados los dos mercados, nos internamos hacia una zona a la que pocos excursionistas llegan:

Los canales pequeños del delta

Canales pequeños del Delta del Mekong
Canales pequeños del Delta del Mekong

Es un viaje alucinante. Estamos solos y apenas se oye el ruido sordo del motor. La naturaleza a nuestro alrededor se va tornando exhuberante, se lo traga todo, hasta la luz en algunos tramos en que la maleza forma un pasillo tubular entorno al río.
Cham nos cuenta que en algunas zonas la profundidad del río puede llegar a los cuatro metros.
Entre la vegetación se ve, de vez en cuando, alguna casa. Casi todas tienen su barca amarrada a un pequeño muelle. Resulta que en época de lluvias es común que la gente duerma en el bote por si la casa se inunda durante la noche.
Los sonidos del lugar son los característicos de un manglar o una selva. Zumban los insectos, se oye el canto de innumerables pájaros…
En un recodo del río atracamos junto a una senda de tierra. Hay una pequeña aldea formada por un puñado de casas. Haremos una parte del camino a pie y Cham nos esperará más adelante. Agradecemos el poder caminar un rato y estirar las piernas.

bicicleta

Dejamos atrás el caserío y continuamos por el sendero que va acompañando al río en su recorrido. En un punto cruzamos otro de los canales por un puente de madera.

Puente de madera

Llegamos de pronto a una nave grande con un techado al aire libre. Hay bastante gente bajo el techado mirando algo. Reconocemos enseguida a un grupo de turistas y nos acercamos a ver. Resulta ser un matadero de serpientes. Allí preparan sus pieles para fabricar con ellas bolsos y zapatos. En la misma entrada hay algunas pieles clavadas con estacas en el suelo, muy estiradas. Lo que miran los turistas es a un hombre trabajando. Agarra las pieles vacías (ya han despellejado a los animales), las llena de agua, ata sus dos extremos de modo que queda como un enorme globo y salta sobre ellas para estirarlas a la vez que las mantienen hidratadas. Es un espectáculo horrible. Entendemos que esta gente vive de eso pero no nos quedamos a ver más. Unos segundos han bastado para saber que no nos gusta. Dejamos al grupo de turistas y continuamos por el camino.
Atravesamos por unos enormes campos cultivados y anegados. A lo lejos, unos campesinos trabajan en él.

Sembradíos Delta Mekong
A la orilla del río crecen enormes los helechos, también hay plátanos cargados de fruta aún verde y árboles de durians que parece que van a caerse por el peso de sus enormes frutos.

plátano
Plátano
durian
Durians

Después de un rato andando encontramos a Cham y volvemos al bote. El sol ya pega muy fuerte así que nuestro guía extiende con destreza el toldo sobre la barca. ¡Esto es un lujo!

nuestro bote techado
La siguiente parada es en una fábrica artesanal de nuddles de arroz. Un guía explica cómo se prepara la masa y cómo se cortan. Incluso nos permite experimentar en la máquina de corte. Los nuddles son uno de los principales alimentos del país por lo que la fabricación de los mismos da trabajo a muchas personas. Al finalizar la visita, el guía de la fábrica nos enseña los jardines y antes de salir nos invita a cruzar un puente típico de la región al que llaman «Monkey bridge» (puente mono). Consiste en un travesaño por el que se camina y otros dos situados a los lados a un nivel más elevado para poder agarrarse. No es difícil hacerlo despacio y con las manos libres, pero hacerlo como los lugareños, cargados y rapidito, para eso sí que hace falta práctica. Antes de volver al barco compramos en la tienda unos dulces confitados y recubiertos de azúcar y jengibre.

dulces

Son diferentes a cualquier golosina que hayamos probado antes, algunos incluso tienen dentro una semilla.

Retomamos la ruta de regreso ya hacia Can Tho. La excursión ha durado siete horas y hemos recorrido más de cuarenta kilómetros. Es de justicia dejarle una buena propina a nuestro particular barquero que nos ha hecho pasar una mañana inolvidable.

Pasaremos la tarde viendo algo más de Can Tho. ¡Mañana saldremos rumbo a Camboya y estamos emocionados!